Las piscinas del Cerro San Cristóbal fueron unos de los primeros proyectos de paisaje encargados por el Ministerio de Obras Públicas para servir a Santiago, Chile. El arquitecto a cargo, Carlos Martner, fue pionero en esta área de la disciplina "empleando los materiales terrestres más abundantes y económicos del sitio: la piedra, el agua, la flora local y la expansión de la luz celeste, definiendo o dando dimensión matérica al aire, la atmósfera ahora habitable."(1)
En ambos proyectos de gran escala, Martner, logra crear una escena colectiva marcada por espacios íntimos donde el usuario-espectador está constantemente enfrentado al antagonismo que produce un gran paisaje como es el de la cordillera y la ciudad de Santiago en un escenario público, frente a la posibilidad de meditación, concentración e introspección que se logra con el uso minucioso de la piedra y el agua en estos proyectos.
Tupahue (1965)
La piscina de Tupahue se emplaza donde solía existir una cantera que en ese entonces estaba transformada en un basural. Con una pendiente muy pronunciada, Martner, comenzó a trabajar con la idea de un muro que pudiese dividir el terreno en dos planos horizontales. Este gran muro se convertiría en el elemento de mayor presencia del lugar y su expresión plástica debía remontarse a la de nuestros verdaderos ancestros que trabajaban la piedra para formar terrazas, los incas y aún más cercano los mapuches. El muro fue construido por canteros del mismo cerro, quienes fueron reordenando una a una las piedras existentes para formar este elemento.
"Debido a la complejidad de la topografía, las piscinas, fueron diseñadas practicamente in situ,"(2) Lleno y vacío se fueron dando al unísono, mientras se excavaba para sacar piedras para el muro se estaba construyendo el vacío de la piscina. A medida que se retiraban las rocas sueltas fue apareciendo un más grande, la cual se decidió incorporar al proyecto como muestra de la naturaleza prominente del sitio. Así el proyecto final de ambas piscinas fue el resultado del diálogo constante entre preexistencia, técnica y arquitectura.
El programa de la piscina, compuesto principalmente por los camerinos fue "oculto" entre los cambios de nivel y muros de piedra, para no interrumpir las vistas hacia la ciudad, quedando el nivel superior como techo de éste y terraza pública. Los muros también dan cabida a las escaleras y cambios de niveles convirtiendo el recorrido en parte del proyecto.
Llama la atención en esta piscina un gran mural de 27 metros de largo y 6.5 de ancho, el cual no es visible desde lo alto sino que sólo se descubre, para asombro del visitante, habiendo ya bajado a la piscina. Este mural fue un aporte conjunto entre el mexicano Juan O´Gornam, quien lo diseñó, y la María Martner, quien lo desarrolló en Chile. En éste se muestra una alegoría, el encuentro de aztecas y araucanos denotando la colaboración entre México y Chile además de la fuerte referencia a las culturas prehistóricas que tiene la piscina en sí. Fue hecho con piedras del cerro mismo y otras traídas del norte y sur del país para dotarlo de colores vívidos que ilustran la escena.
Antilén (1971- 1974)
La piscina de Antilén se construyó seis años después que Tupahue, gracias al éxito y gran aceptación del pública de la última. Se emplaza en una segunda cantera en desuso, ubicada en la cumbre del cerro Chacarrillas. En esta cumbre había también un antiguo estanque de agua para regadío, el cual se transformaría en la actual piscina.
Los planos de esta segunda piscina recuerdan a una pirámide de piedra, cuyos lados acogen las rampas de acceso, escalinatas, camarines y salas de máquinas, y donde el piso superior alberga el gran cuerpo de agua.
Al igual que Tupahue, esta piscina, tienen un elemento natural que la corona. En este caso el espino, árbol nativo del cerro, es puesto en un pedestal, sobre una construcción artificial de roca con forma de pirámide ascendente. Esta pirámide está rodeada de una pirca, la cual separa el área de niños de la de adultos.
En paisajismo fue hecho estrictamente con especies nativas del cerro. Los muros de piedra que contienen la vegetación son elementos rectos denotando una topografía hecha por el hombre, por el contrario el agua y la naturaleza toman formas curvas mostrando su superioridad sobre la construcción humana.
La peculiar arquitectura de estas piscinas, ligada al redescubrimiento del paisaje en la disciplina arquitectónica pudo haber guardado relación con la poesía que florecía en el país en aquella época. Autores como Pablo Neruda y Gabriela Mistral hicieron innumerables referencias a nuestra geografía montañosa, el Océano Pacífico, los mares australes; abriendo los ojos a innumerables artistas y arquitectos a ver lo que tenían en frente y proyectar con en torno a eso. Yendo más allá del panorama de la época, "poblado de arquitectura utilitaria y de modas efímeras,"(3) Martner, logra proyectar algo completamente distinto que resulta extraño a la disciplina pero a la vez fascinante, cercano y eterno.
Notas
- (1) Eliash, Humberto; Laborde, Miguel. "Carlos Martner: Arquitectura y Paisaje." Editorial FAU. p17
- (2) Eliash, Humberto; Laborde, Miguel. "Carlos Martner: Arquitectura y Paisaje." Editorial FAU. p30
- (3) Eliash, Humberto; Laborde, Miguel. "Carlos Martner: Arquitectura y Paisaje." Editorial FAU. p15
- Fotografías de Guy Wenborne, Vía: Eliash, Humberto; Laborde, Miguel. "Carlos Martner: Arquitectura y Paisaje."
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Arquitectos: Carlos Martner
- Área: 40 m²
- Año: 1965